Foto de Ana Barredo (Diario de León) del incendio en Médulas el pasado mes de agosto |
En la última entrega de los siempre jugosos dietarios
de Andrés Trapiello se relata con bastante sorna la visita a una pequeña ciudad
del sureste peninsular. Una levítica y decadente población provinciana con el
paisaje y paisanaje habitual de los territorios de interior, anclados, fuera de
los cambios formales, en la España de la Restauración.
El escritor leonés visita el edificio machadiano del
casino, guiado por un portero filósofo que va disculpado las carencias de
centro y cantando loas a su pasado esplendor. Al despedirse, deja una perla:
“esto es sólo abandono pero por lo demás funciona perfectamente”.
Me vino a la cabeza hace unos días la reflexión
recogida por Trapiello, recorriendo sendas poco transitadas de Las Médulas, el
paraje más singular del noroeste y la que debiera ser joya de la corona del
patrimonio y del turismo regional.
De la izquierda de la carretera que une Carucedo con el
pueblo de Médulas parte una senda con traza de camino carretal que algún día
comunicó el valle con Orellán. Con dificultades por la falta de desbroce aún
puede utilizarse para llegar a la poco conocida zona de La Frisga, explotada
por los romanos, dicen los que de esto saben, no mediante el "ruina
montium" sino con el sistema de surcos convergentes.
Por aquí pasan muy pocos de los miles de visitantes que
deambulan renqueantes entre castaños hasta la Cuevona o suben resoplando al
Mirador de Orellán para señalar con el índice un paisaje herido por las
cicatrices de las modernas canteras. Y casi es mejor que no pasen.
Este verano, un incendio afectó a la zona. Quemó cerca
de 21 hectáreas de monte bajo y alcanzó a algún soto de castaños y plantas
jóvenes de roble y encina. Nada grave para la ya saturada estadística
incendiaria. Un drama para un paraje declarado Patrimonio de la Humanidad, que
no ocurre por primera vez.
El paisaje enseña ahora las heridas. El suelo deja ver
sus carnes rojizas tiznadas de hollín y restos quemados de brezo. Han brotado
los primeros helechos. La visión duele.
Es un domingo soleado de otoño. Hay autobuses y decenas
de despreocupados visitantes que curiosean sin acabar de entender lo que ven:
el de Médulas es un espacio muy complejo como para ser aprehender en un vistazo
superficial. Pero el mecanismo rutinario marcha. Como en el casino de
Trapiello, aparte del abandono, todo lo demás funciona perfectamente.
COMO LAS VACAS AL TREN. El Día de León (16 octubre 2016)
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