lunes, 3 de octubre de 2016

Contra las termitas

Hace unas semanas asistí a la reapertura del Teatro Pavón. El casi centenario espacio madrileño, cercano al Rastro, donde en los años treinta reinó la revista de Celia Gámez, ha sido rebautizado ahora como Pavón-Kamikaze, tomando el nombre del grupo que asume su gestión y sin ocultar ese guiño de humor negro sobre los riesgos suicidas que puede tener la operación.
El Pavón fue sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico hasta la reciente reapertura del Teatro de la Comedia. Este verano se supo que un puñado de hombres de teatro, encabezados por el dramaturgo Miguel del Arco, tomaban la decisión de abrirlo de nuevo, dispuestos a competir en el proceloso sector escénico de la capital y a dotar de personalidad al centro.
Desde el éxito de un trabajo montado a puro esfuerzo, como "La función por hacer", Del Arco se ha convertido en uno de los nombres destacados del último teatro español, que vive en lo creativo una auténtica "Edad de Oro". Sus servicios como director son reclamados por las grandes estrellas de la escena y sus montajes reciben premios y aplausos. Embarcarse en la reapertura de un teatro desde lo privado pero con vocación de servicio público es una decisión arriesgada, valiente y a la que sólo se le puede desear mucha mierda.
Mientras tanto, en una galaxia más cercana de lo que parece, continúa la labor de las termitas decididas a desprestigiar la gestión pública de las artes escénicas, acusada de despilfarradora, incapaz y burocrática. Tras el ejército de roedores, aparecen los comerciantes especializados en hacer fortuna con los despojos y la explotación semiesclavista de los trabajadores.
Sujetos que se han hecho ricos vendiendo baratijas envueltas en papel de colores, aparecen ahora dispuestos a enseñarnos cómo gestionar los recursos que se han pagado (y se seguirán pagando, independientemente de quien los gestione) con el esfuerzo de todos los ciudadanos. En varias capitales de provincia de nuestra comunidad ya han instalado sus cuarteles, diseñando estrategias y olfateando nuevas presas.
Mientras tanto, por este lado recóndito del mundo, ayer celebrábamos los veinte años de la reapertura del Teatro Bergidum. Con sus aciertos y errores, con sus virtudes y sus limitaciones, pero con una constante mantenida a lo largo de este tiempo: su decidida apuesta por un concepto público de gestión, mal que les pese a las termitas.

COMO LAS VACAS AL TREN
El Día de León (2-octubre.2016)

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