sábado, 30 de septiembre de 2017

Un país con Lorca

Se ha visto estos días en la Feria de Teatro de Huesca “Lorca, la correspondencia personal”, un texto tejido por Juan Carlos Rubio con delicadeza, sabiduría y mucho amor hacia el que es, junto con Cervantes, el nombre más universalmente conocido, leído y traducido de las letras castellanas.
Usa el dramaturgo fragmentos no necesariamente dramáticos de Federico a modo de teselas con las que construye un mosaico en el que bucear entre la complejidad, el talento, la personalidad y los miedos de un creador magnético, inquieto y fascinante. Una amiga teatrera me confesó a la salida que viendo funciones como la que ha producido la compañía Histrión Teatro lloras pensando en lo que hubiera podido ser este país con Lorca vivo.
Darle vueltas a lo que pudo haber sido y no fue sólo conduce por la dulce pendiente del bolero o por el trastorno de la melancolía, pero la tentación es grande e imaginar es barato. Y quiere pensar uno que una España con Lorca vivo hubiera sido, efectivamente, un país mejor, con un tejido social en el que se hubiera consolidado un ADN democrático, tolerante y creativo, dotado de unos sólidos principios de convivencia con los que la mayoría pudiera sentirse cómoda.
Una España con Lorca vivo hubiera sido más empática, más creativa, más humana y con un sentido del humor menos negro y más integrador. Quiere uno pensar que con Lorca vivo no hubiéramos llegado a este punto en el que relacionamos la bondad con la debilidad, la bronca con la capacidad de liderar, el menosprecio insultante con el espacio para el diálogo.
Tal vez con Lorca vivo no hubiéramos llegado a este momento de virilidad viejuna y gregaria que huele a sobaco y a taberna, a consigna correosa y a berrido ignorante, al machadiano desprecio de todo lo que se ignora, a esta ignorancia oceánica, prepotente y grasienta.
Le gusta a uno imaginar que la calidad humana del poeta hubiera contagiado a ciudadanos y ciudades que han dejado de oler a abono pero huelen cada día más a mierda. Lorca, tan andaluz y tan poco andalucista, tan español y tan poco españolista, hubiera ayudado a construir un país menos tribal, más colaborativo, más interesado en entender el pasado que en manosearlo obscenamente, más proclive a conjugar con justicia derechos y deberes que a vestir con banderas balcones como refugio de cobardías sociales e intelectuales.
A Lorca lo asesinaron en el trágico verano del 36. La historia discurrió por la senda de sangre, fuego y autoritarismo que el poeta había presentido en versos deslumbrantes. Imaginar es barato y aunque no cambia el pasado podría ayudarnos a construir el futuro.

Como las vacas al tren. El Día de León (30, sep, 2017)

domingo, 17 de septiembre de 2017

Desde la periferia del pensamiento

Miller enamoró a una mujer que sonreía con una incógnita en la boca
“Vueltas al tiempo” es uno de los libros de memorias más apasionantes que conozco. En estos tiempos de futilidades digitales por arrobas y de literatura al peso, adentrarse en la autobiografía de un artista riguroso y de un intelectual comprometido con su tiempo y sus contradicciones como Arthur Miller, es un antídoto contra la majadería imperante.
A Miller lo admiramos por ser el autor de la obra que mejor ha descrito la crueldad inherente al capitalismo en “Muerte de un viajante” y le envidiamos por haber enamorado a una de las mujeres más fascinantes de la historia, que se llamaba Norma Jeane y sonreía con una incógnita en la boca que se llevó a la tumba.
Repasando notas de una ya lejana lectura, encuentro párrafos subrayados. En 1985 (antes de ayer) escribe: "es posible que el mundo esté organizándose otra vez en tribus, los restos de las culturas antiguas despiertan de su largo sueño y es posible que el marxismo sea el envoltorio nacionalista que da un aire moderno a esta interrupción del trivalismo atávico"·
Hace Miller esta reflexión con motivo de un encuentro de escritores occidentales con colegas de lo que era entonces el Telón de Acero. Preclaro, define al nacionalismo como "pesadilla de la izquierda y sueño tradicional de la derecha". Un viejo texto de un dramaturgo muerto parece pensado para ayudarte a entender el confuso momento que vive tu país, que afecta incluso a los territorios del pensamiento periférico en los que vives.
A este cocido condimentado con la receta maquiavélica de que no hay que ganar por la fuerza lo que se puede ganar con la mentira, asistimos estupefactos los que habitamos los suburbios del Estado y nos levantamos cada mañana en una comunidad autónoma bradicardiaca, en una provincia levítica que comercia con griales de plásticos y trajes medievales para ir tirando, en una comarca calcinada física y mentalmente en la que siguen poniendo velas al carbón y contando peregrinos, en un proceso de regreso al pasado que no conduce a ninguna parte.
No hemos llegado al disparate actual por casualidad. Hemos sido conducidos a este punto de tensión de consecuencias inimaginables de la mano de insensatos, mentecatos y corruptos proporcionalmente repartidos en todos los frentes: como en las bodas, la norma indica que debe haber al menos un idiota en cada mesa.
Y nosotros, los espectadores de los territorios suburbiales, deberíamos recuperar aquella vieja costumbre de los judíos según la cual, cuando un cadáver era conducido al cementerio, los correligionarios de la sinagoga tenían que gritarle al oído: ¡Fulano, Fulano, entérate de que estás muerto!
Como las vacas al tren. El Día de León (16, septiembre, 2017)