sábado, 24 de diciembre de 2016

Razones por las que merece la pena

Valle de Brañarronda
Maquinabas argumentos contra la Navidad, por aquello de alimentar el pequeño prestigio de misántropo gruñon que te has ido granjeando con el tiempo. Querías recopilar maldades ingeniosas sobre la falsedad y el consumismo de estas fiestas, sobre los excesos con que se decoran rincones que no mejoran el original a base de maquillaje lumínico.
 

Querías coser con hilo filo esos retales a la deplorable situación de esta provincia nuestra, pero empezaste a recordar pequeños momentos de felicidad. Detalles minúsculos que suavizan la visión de un año nefasto y el empacho de lucecitas, villancicos y arbolitos. Son un puñado de razones por las que merece la pena todo esto.
 

Por haber escuchado otra vez a la Banda de Música Ciudad de Ponferrada el Danzón Número 2 de Arturo Márquez, que es una pieza no sabría decir si triste o alegre, pero que pone el alma en un estado próximo a la felicidad melancólica.
 

Por la jornada con Pablo López Carballo, un joven escritor de Cacabelos que tiene tanto talento como inteligencia y da clase en calzoncillos por un salario de miseria. Saber que en esta comarca provinciana, avejentada y empobrecida han nacido jóvenes así da cierta esperanza. No todo está perdido.
 

Por el soto de castaños que baja hasta el arroyo de Moncerval, entre Corullón y los restos del convento de Cabeza de Alba, frente a la bodega que construye el maestro Moneo para Ricardo Palacios. Y por los tejos centenarios y las rontundas matas de acebo de Brañarronda. Y por los caminos que han sobrevivido y nos esperan.
 

Por los cientos de actores, de músicos, de dramaturgos, de artistas, empeñados en llevar la contraria al gobierno que más ha trabajado para convertir la cultura en entretenimiento, ignorante de la enseñanza de Joan Margarit: "de un entretenimiento se sale igual que se ha entrado".
 

Por los que han salido a la calle en defensa de la sanidad pública, y de la enseñanza pública, y de la dignidad de la personas a las que nos negamos a rescatar porque son más importantes las autovías.
 

Por los profesionales del periodismo que aún intentan poner un poco de luz en la noche de la sobreinformación y de la falsificación propagandística de redes biempensantes cubiertas por diletantes mal pagados que cubren dramas bélicos tomando daiquiris y consultando Twitter.
 

Por los que tampoco entienden el anuncio de la Lotería. Por los pocos que no soportan el fútbol. Y, menos aún, a los futbolistas. Y se atreven a decirlo...
 

Y a las lucecitas, los villancicos y los arbolitos, que les den…

COMO LAS VACAS AL TREN
El Día de León; 24, diciembre, 2016