Cuando, en 1920, Valle Inclán publica Luces de bohemia,
el sistema político sobre el que se había sostenido el Estado español en el
último medio siglo, se estaba cayendo en pedazos.
Muchos lo veían. El gallego manco, que había sido carlista
antisistema y devino en republicano ácrata y aristocrático, lo contó en un
texto iluminado y trágico que tuvo que esperar medio siglo a ser representada
en un escenario. A Valle le había fallado la época: escribió teatro para un
público que todavía no existía.
El turnismo partidista de conservadores y liberales, está
agotado. La corrupción es galopante en todas las escalas del poder y de su
administración. La desigualdad económica se hace insoportable. La mediocridad
en el liderazgo político es palpable. La oligarquía dominante es intransigente
en la defensa de sus intereses. Las clases desfavorecidas claman, en ocasiones
violentamente, por un cambio radical. Las organizaciones obreras recogen el
grito social y diseñan estrategias de toma de poder.
Valle fue un gran escéptico que nunca creyó que España
llegara a ser un país donde primara la sensatez y el orden. “En ese sentido, el
caos actual de nuestro país hace que el esperpento esté más vivo que
nunca", sostiene su biógrafo, el profesor Manuel Alberca.
En medio de aquella tormenta perfecta, Don Ramón propone un
viaje dantesco al fondo de la noche en un Madrid "absurdo, brillante y
hambriento", metáfora de un país que, salvando todas las distancias
salvables, que no son pocas, se parece demasiado al actual.
Un país absurdo en el que el talento de nuestros jóvenes es
aprovechado fuera de nuestras fronteras en un derroche económico y humano de
consecuencias nefastas que hipoteca el futuro.
Un país donde el brillo lo reservamos
para polémicas estériles en las redes sociales, donde se multiplica la
estulticia en un patio de comadreo en el que se bate la tortilla de los egos.
Un país hambriento que condena a un tercio de su población a la caridad, en el
que la tarea de los bancos de alimentos ha dejado de ser coyuntural para
convertirse en estructural y en el que, en provincias como la nuestra, la losa
de la demografía nos indica el camino de la inanidad.
La certera radiografía de la sociedad que le tocó vivir no
convierte a Valle en un visionario. Si acaso, nos convierte a nosotros en unos
ineptos, incapaces de aprender de los errores.
COMO LAS VACAS AL TREN. El Día de León (30, octubre, 2016)
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