Tan aburridos estamos que cualquier día los aburridos saldrán
a la calle a levantar los adoquines de obras innecesarias.
Y ese día no nos vamos a aburrir.
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FELIPE González se aburre. El señor expresidente va a dejar su puesto en el
consejo de administración de Gas Natural. Ha dicho que lo hace "no porque
haya incompatibilidades, sino porque es muy aburrido".
Se aburre el señor expresidente. Y estamos todos desolados. Y todos
entendemos que, efectivamente, deben ser muy aburridas tantas horas calentando
sillón, castigando hemorroides, escuchando informes abstrusos sobre costes y
beneficios escondidos en el recibo de la luz a cambio de apenas 130.000 euros
de nada. Qué mal se paga el aburrimiento.
Ya se sabe que mal de muchos, epidemia. Pero quizá le consuele al señor
expresidente saber que hay muchos españoles tan aburridos como él. Creo que
incluso más. Y la mayor parte, además, se aburren gratis.
Hay unos cuantos millones que leen el periódico de ayer en la cola del paro
y ya no pueden soportar el aburrimiento de tanto mensaje de esperanza que se
contradice con lo que ellos están sufriendo a diario. Empiezan a sospechar que
todos los datos positivos de la macroeconomía no van con lo suyo, que cuando
encuentren algo será con un contrato precario, un sueldo ínfimo y unas
condiciones de vasallo medieval. Y, claro, se aburren.
Hay varios millones más que ya no saben cómo mantener con vida sus
comercios o esas pequeñas empresas que son las que sostienen la economía real y para
las que sigue cerrado el crédito, mortecino el consumo y congeladas las
salidas.
Hay otros tantos que no acaban de entender por qué no avanzan las medidas
de ejemplaridad que ajusten a lo razonable los privilegios políticos, que metan
en cintura a los poderes económicos que causaron esta catástrofe, que generen
tejido democrático entre los ciudadanos, que busquen esas cuotas de igualdad
social tan laboriosamente ganadas a base de sacrificio, reivindicación y
tiempo.
Hay muchos que están ya hartos de los que manejan como un cortijo
particular el poder y usan presupuestos y ordenanzas como su caja de
galletas con la que premiar a los fieles y castigar a los críticos. Que ya no
soportan más a tanto falsario trincón parapetado tras un puesto electo, a tanto
hipócrita vestido de Armani, a tanto mangante escoltado por ejércitos de
abogados y a tanto déspota amparado por el Boletín Oficial.
Y puede ocurrir, señor expresidente, que
con tanto aburrimiento, cualquier día la caldera social estalle. Y salgan
calientes los aburridos a la calle a levantar los adoquines de obras
innecesarias. Y ese día, mi querido expresidente, no nos vamos a aburrir.
Fronterizos. Diario de León (17, enero, 2014)
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