Cuántos Plácido se podrían rodar a beneficio de los desheredados de la tierra, agradecidos por convertir un derecho en caridad |
SE iba a
llamar Siente un pobre a su mesa pero la censura no permitió un título tan
explícitamente provocador. La idea inicial de Berlanga era contar un banquete
navideño en el que los ricos invitaban a los pobres: los primeros se comían las
pechugas y los segundos las alas del pollo.
La incorporación al guión de Plácido del maestro Rafael Azcona agrió el
tono cómico inicial y convirtió el pellizco malvado de Berlanga en una obra
maestra de eso que llamamos “humor negro”. Ese que dibuja una línea entre
Quevedo y Buñuel, con estaciones en Goya, Solana, Valle, el mismísimo Gila o el
propio Azcona.
No sé si la recuerdan. En una ciudad de provincias se organiza una subasta
de pobres, que serán acomodados en la cena de Nochebuena de las familias
burguesas. En esa opereta por la que desfila un surtido rosario de pretenciosos
y mediocres personajes, Plácido es un pobre infeliz contratado para participar
con su motocarro en la burda cabalgata benéfica, una tarea que se le complica
al vencerle la primera letra del vehículo con el que intenta ganarse la vida.
Recuerdo siempre esta película cuando se acerca la Navidad. Es la época en
la que más gustan los pobres. “Pero nos gustan para la caridad: la justicia
social nos la hemos pasado por el arco de triunfo desde hace décadas”, dice mi
amigo Jesús Arbués en una de sus extraordinarias filípicas del universo
digital. “Todo para los pobres, pero sin los pobres. Por las mañanas les hacemos
firmar unas condiciones en la hipoteca que no se le hubieran ocurrido a los
trileros de las Ramblas, los engañamos con la estampita de las preferentes y
luego los desahuciamos como mafiosos. Pero, eso sí, por las tardes les llevamos
alimentos a punto de caducar”.
Todo para los pobres: un juzgado catalán condena a un año de cárcel a un
mendigo que robó una barra de pan tras agarrar de la bata a la dependienta.
Siempre pensando en los pobres: mientras cuatro millones de hogares en España
sufren la llamada pobreza energética, en enero volverá a subir la luz un pico y
las cuatro grandes compañías del sector acumulan un beneficio indecente.
Cómo nos preocupamos de los pobres: en Alcalá de Guadaira fallecen tres
personas con serias dificultades económicas después de ingerir alimentos, al
parecer, caducados. Qué bien nos ocupamos de los pobres: en Ponferrada, el
número de familias atendidas por Cáritas se ha incrementado en un 30% en este
mismo año.
Y con tanto pobre donde elegir, qué espléndidos nos
llegamos a poner, cuánto artista dispuesto a contribuir a la causa, que de
galas, desfiles, cenas, carreras y ceremonias varias. Cuántos Plácido se
podrían rodar a beneficio de los desheredados de la tierra, agradecidos por
convertir un derecho en caridad.
Fronterizos. Diario de León (20, diciembre, 2013)
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