Imaginar, de momento, es barato y no paga impuestos |
NO es fácil plantearse una
alternativa económica a la minería en nuestra tierra. Una alternativa capaz de
sostener el empleo o la participación en el PIB en términos similares a los de
la actividad sobre la que ha pivotado nuestra vida en el último siglo. Pero
como empeñarse en no reconocer que el carbón tiene fecha de caducidad muy
próxima conduce inevitablemente a la melancolía, quizá haya llegado el momento
de imaginarse un Bierzo sin minería.
Un Bierzo, por ejemplo, literario. Una
tierra capaz de convertir la palabra heredada en riqueza, donde los libros
huyan de los anaqueles polvorientos de las bibliotecas e invadan los valles que
caen al Sil, donde cada verano se den cita los mejores escritores del mundo y
acudan gentes a compartir versos, a escuchar las músicas de un mundo
pluricultural ansioso de encontrarse en el otro.
Sería un Bierzo volcado a la
literatura donde encajarían otras artes que transforman las historias en
imágenes, en movimiento, en sonido. Sería un Bierzo abierto al mundo,
cumpliendo así la misión que el Camino le encomendó hace siglos, donde
convivirían lenguas, razas y pensamiento.
Un Bierzo, tal
vez, de la memoria. La imaginación creativa de César Gavela ya lo ha sugerido
en alguna ocasión en estas mismas páginas. Un Bierzo sobre el que caería la luz
de las oscuras historias de los resistentes, de los que no renunciaron a la
dignidad y pagaron su desafío con la muerte, con el exilio o con la usura en el
recuerdo. Pero también un Bierzo en el que volverían a tener presencia los
pueblos malditos que aquí vivieron, a los que expulsamos hace quinientos años y
que han conservado en sus apellidos los topónimos de su origen como marca de
fuego escrito en el propio nombre.
Un Bierzo verde.
Un Bierzo consciente de su riqueza medioambiental, dispuesto a explotarla
racionalmente y a transformar la tierra en recursos sostenibles. Un Bierzo que
busque ampliar las posibilidades agroindustriales y ganaderas, de bosques
umbríos, de ríos sanos, de caminos donde crezca el musgo y sendas hacia cumbres
frías y limpias.
Un Bierzo de la inteligencia, donde las nuevas generaciones
puedan devolver en forma de ideas, de proyectos, de iniciativas, la inversión
que hemos hecho en su formación técnica y humana.
Un Bierzo optimista, que
reciba un turismo interesado en el hallazgo feliz, en la sorpresa de lo
sencillo y natural, en el respeto hacia el patrimonio, la gastronomía y la
tierra.
Palabras
vacías, pensarán algunos. Visión utópica apegada a lo idílico, dirán otros.
Alejado de la realidad, opinarán casi todos. Probablemente no les falte razón,
pero el poeta nos enseñó que todo lo que existe ha sido alguna vez imaginado. E
imaginar, de momento, es barato y no paga impuestos.
Fronterizos. Diario de León (28, enero, 2011)
Yo me apunto a ese Bierzo sin dudarlo.
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