LO de los brotes verdes ya no se lleva:
desgastaron la expresión por usarla antes de tiempo. Pero vivimos el orwelliano mundo de
la perífrasis y el metalenguaje. Somos maestros en el uso del “fracking” comunicativo que permite estirar las palabras, retorcer los
enunciados, ensortijar las frases hasta conseguir la realidad paralela en la
que nos movemos como zombis.
Quizá por eso nos estamos haciendo
papistas de Francisco, el líder de una iglesia que gana más adeptos entre los agnósticos
que entre los convencidos, porque cuando habla se le entiende todo y dice cosas
que nadie en su sano juicio puede no compartir.
El Papa argentino dice, por ejemplo,
que lo ocurrido en Lampedusa es una "vergogna", y se produce el
milagro del don de lenguas, de que todos entendemos el italiano y nos sentimos
impotentes ante la indiferencia con la que aceptamos a los muertos que buscan
un plato de sopa caliente.
Pero
los muertos, nos explican, son los bárbaros. Y los bárbaros nos dan miedo. Nos
han enseñado que se comerán nuestra comida, nos han asegurado que violarán a
nuestras mujeres y ocuparán nuestras viviendas. Y cuando el temor ya se ha
extendido, aparecen salvadores como el Frente Nacional francés, a la cabeza en
las encuestas de intención de voto para las próximas europeas.
Ellos
nos convencen de que pueden guardar las fronteras, de que saben resguardarnos
de los desesperados. Ellos crearán miles de puestos de trabajo para vigilantes
aduaneros, pondrán a funcionar las fábricas de acero para rodear nuestro
temblor de alambre de espino, levantarán muros de hormigón en medio del mar.
Ellos saben cómo hacerlo. Y saben, sobre todo, cómo contarlo.
Porque
ya nos han demostrado que la mayoría de los ciudadanos tenemos problemas de
comprensión. Somos infantes incapaces de descifrar el lenguaje complejo de una
novela como el Quijote (que ahora resulta ser de un judío oriundo de la montaña
de León) o la factura de la luz, que sin duda ha sido diseñada por algún alumno
aventajado de Lex Luthor.
Por eso tenemos
que dejar las cosas importantes en las manos de los que saben. Gente como el
admirado ministro Montoro, capaz de resumir en una escueta frase los complejos
problemas del cine español y autor de ese maravilloso "los salarios / no
bajan: / moderan su crecimiento", que así escrito se descubre como un
haiku social de inigualable genio.
Por eso tenemos
que hacer el esfuerzo de buscar los signos de la esperanza en las más
recónditas señales y confiar en que las jóvenes promesas que lideran la
oposición nos lleven con pulso firme hacia los años ochenta del siglo anterior,
entendiendo, como en aquella humorada de Borges, que tenemos todo el pasado por
delante. Ellos sabrán explicarlo.
Fronterizos. Diario de León (11-octubre-2013)
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