miércoles, 4 de septiembre de 2013

Mariano, el registrador de Villafranca

Sobre un tal Mariano, 
el registrador de Villafranca del Bierzo



A Mariano, el registrador de Villafranca, le gusta sentarse en alguna terraza de la Plaza Mayor buscando el fresco del atardecer de los últimos días del verano. A esas horas, el bullicio de los peregrinos que cenan temprano mientras planifican la subida al Cebreiro le da a la plaza cierto aire cosmopolita. Si se afina el oído, pueden reconocerse lenguas de todo el mundo que comparten los mismos pies cansados.

Mariano disfruta ese rato saboreando una copa —dos a lo sumo— de un ribeiro del valle del Avia que le recomendaron, aún con la advertencia de que la bodega era propiedad de uno de esos de la ceja que hacían películas sobre la guerra civil. Aunque su abuelo había sido republicano y colaboró en la redacción del primer Estatuto de Autonomía de Galicia, Mariano es un hombre de orden, partidario de las cosas hechas como Dios manda. Y reconoce que aunque el cosechero sea de la cáscara amarga, el vino le ha salido divinamente.

Mariano, el registrador de Villafranca, es un hombre razonablemente feliz que no le pide mucho a la vida. Fue un estudiante modélico en su Compostela natal. Antes de acabar la carrera de Derecho comenzó a preparar oposiciones y con 24 años se convirtió en el registrador de la propiedad más joven de España. Villafranca del Bierzo fue su segundo destino, después de un breve paso por Padrón.

Nunca pensó Mariano que aquella pequeña población colgada en el tiempo al pie de la raya galaica se convirtiera en su definitivo hogar pero ya saben como son las cosas del destino. Un tonto accidente de tráfico sufrido al volver de una jornada de pesca en el Selmo le procuró una cicatriz en el rostro, que desde entonces disimula con una cuidada barba, pero también la oportunidad de conocer a su mujer, una discreta gallega que había estudiado medicina en Santiago y ejercía en el Hospital del Bierzo.

Y Mariano se acomodó a la tranquila vida de provincias, a los expedientes rutinarios que dan para un buen pasar, a los largos cafés con puro del invierno, compartidos con las fuerzas vivas locales, a las tertulias un tanto amojamadas pero sin mayores complicaciones intelectuales, a los veranos en el chalé de Sanxenxo…Varias veces lo tentó la política pero a nuestro registrador aquel panorama conspirativo de los partidos le pareció cosa poco elegante y desde entonces se conforma con ver los toros desde la barrera.

Estos días celebran las fiestas del Cristo. Tiene invitados en casa. A los postres se hablará de política. Seguro que se criticará a este gobierno desnortado que sube impuestos y no acaba de encontrar una salida a la crisis. Por la noche Mariano soñará que es presidente del gobierno. Y despertará sudoroso y aliviado de ser sólo un humilde registrador de provincias.

Fronterizos, Diario de León (14 septiembre 2012)

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