viernes, 13 de septiembre de 2013

Hagamos las cosas bien




PRIMERO privatizaron la sanidad, pero yo estaba sano y no me importó. Después se fueron por la educación. Pero tampoco le di importancia: ya me consideraba suficientemente formado. Privatizaron también la justicia, pero no dije nada porque yo no era persona litigante. Ahora me privatizan a mí. Y ya no queda nadie que hable por nosotros.

El texto aquí parafraseado no lo escribió nunca Bertolt Brecht, a quien se le ha atribuido reiterada y erróneamente. El original es del reverendo Martin Niemöller, un religioso alemán que denunció la pasividad de su pueblo ante la llegada de la barbarie nazi.

Sea de quien sea la reflexión, admitamos la derrota de lo público. Reconozcamos que esa batalla también la hemos perdido. Asumamos que se ha conseguido el máximo desprestigio de la gestión pública de los bienes y servicios colectivos.

Y obremos, pues, en consecuencia. Queda mucho trabajo por hacer. Sobran empresas dispuestas a gestionar y sectores que aún están en manos del inoperante aparato de la administración pública. Hay perspectiva de negocio y eso supone puestos de trabajo mal pagados, comisiones que engrasen la actividad y un ejército de intermediarios que animen el mercado de los maletines.

No nos quedemos en la superficie. Hay que profundizar y llegar hasta la raíz. Hagamos por una vez las cosas bien. No basta con privatizar la gestión de los espacios para visitantes en Médulas. Privaticemos el paraje completo, el suelo, los pájaros y el bosque, el Lago de Carucedo y a sus vecinos.

Seamos valientes. Llevemos las reformas hasta sus últimas consecuencias. Saquemos a concurso los gobiernos municipales, provinciales y autonómicos. Hay empresas de management suficientemente preparadas como para gestionar eficazmente y con menor coste el gobierno de la nación.

Subastemos el puesto de presidente de gobierno. Hay espléndidos profesionales con currículo y trayectoria sobradas para asumir el cargo sin el engorro (carísimo) de las urnas. Que algún fondo buitre asuma de una vez por todas la gestión de los partidos políticos, los sindicatos, las organizaciones ciudadanas. Que se privatice el puesto de jefe del Estado y se le adjudique a Botín.

Y mientras tanto los súbditos que se entretengan con asuntos propios de su condición: lapidar a un cantante brasileño que saca en una verbena la bandera de León, pintarrajear el autobús del equipo de fútbol rival, gritar canciones patrióticas a altas horas de la madrugada o hacer chistes con el inglés de Ana Botella.

Y cuando estemos de nuevo instalados en nuestra condición de siervos, tal vez se nos ocurra formar cadenas humanas reivindicativas. Pero para entonces las únicas cadenas a nuestra disposición las tendremos atadas a nuestras manos.

Fronterizos. Diario de León (13 septiembre 2013)

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