Si tanto interés tienen y tantos esfuerzos tecnológicos disponen para saber lo que pensamos, es hora de gritar mirándoles a los ojos |
QUERÍAS escribir sobre novelas que deben ser
leídas en su momento. El laberinto juguetón de “Rayuela”, por ejemplo,
abandonado en la letra “c” de la biblioteca en octubre de 1984 y recuperado
ahora, cuando se festejan los cincuenta años de su publicación.
Querías
contar ese travieso rompecabezas escrito antes de que la novela fuera pasto de
los tecnócratas de la edición, en el que un hombre se mueve por la ciudad como
una hoja seca y una mujer rompe los puentes con solo cruzarlos. Una novela en
la que no pasa nada y, a la vez, lo contiene todo.
Querías
hacer ese artículo leve tan propio del tiempo detenido en el bochorno del
verano. Homenajear a todas las Magas que se han cruzado en tu camino y recordar
los bulevares de París, los únicos lugares donde “el cielo vale más que la
tierra”.
Probablemente
querías escribir algo sutilmente erudito donde aparecieran otros veranos
calurosos que ponían a tu disposición tardes enteras para leer a la sombra de
un cerezo. Escribir algo ligero, con alma risueña y la melancolía adelantada de
un mes demasiado corto para tantas bibliotecas por explorar.
Pero
no tenemos tiempo para la contemplación. No nos queda jabón para seguir
lavándonos las manos. No nos queda cera con la que tapar los oídos ni hay
perfume suficiente en el mercado para disimular el olor a desagüe de este país
nuestro, de este sistema mil veces reinventado para hacer pasar por justa la
injusticia, de esta podredumbre moral que ha dictaminado la condena al miedo y
a la incertidumbre sobre el mañana.
No
caben torres de cristal. No hay lugar para los neutrales. Tendremos que
levantar la cabeza del móvil, de la tablet, tirar el wassap a la papelera y quemar el facebook y el twitter. Si nos quieren
oir, si tanto
interés tienen y tantos esfuerzos tecnológicos disponen para saber lo que
pensamos, si estudian nuestros deseos para vendernos un rato de felicidad en
conserva, es hora de gritar mirándoles a los ojos.
Es hora de que sepan que estamos hartos del chantaje de
ladrones, de partidos políticos que funcionan como sociedades secretas, de
sindicatos mortecinos y noqueados, de banqueros que mienten hasta con el
pensamiento, de dirigentes que mascan chicle mientras firman condenas sociales,
de ministros que tachan del mapa provincias enteras jugando el monopoly con las
reglas escritas por burócratas lejanos, de empresarios que hacen aviones de
juguete con el papel prensa que ya ni para envolver pescado sirve.
Todo ha sido ya
dicho, pero como nadie escucha, hay que volver a empezar. Crees que eso lo dijo
André Gide, pero estás seguro de que lo utilizó Julio Cortázar. El autor al que
ahora deberías leer si fueras capaz de aislarte de este hedor que nos ha
rodeado y en el que chapoteamos.
Fronterizos. Diario de León (12 julio 2013)
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