viernes, 12 de julio de 2013

Ese hedor que nos rodea



Si tanto interés tienen y tantos esfuerzos tecnológicos disponen para saber lo que pensamos, es hora de gritar mirándoles a los ojos

QUERÍAS escribir sobre novelas que deben ser leídas en su momento. El laberinto juguetón de “Rayuela”, por ejemplo, abandonado en la letra “c” de la biblioteca en octubre de 1984 y recuperado ahora, cuando se festejan los cincuenta años de su publicación.

Querías contar ese travieso rompecabezas escrito antes de que la novela fuera pasto de los tecnócratas de la edición, en el que un hombre se mueve por la ciudad como una hoja seca y una mujer rompe los puentes con solo cruzarlos. Una novela en la que no pasa nada y, a la vez, lo contiene todo.

Querías hacer ese artículo leve tan propio del tiempo detenido en el bochorno del verano. Homenajear a todas las Magas que se han cruzado en tu camino y recordar los bulevares de París, los únicos lugares donde “el cielo vale más que la tierra”.

Probablemente querías escribir algo sutilmente erudito donde aparecieran otros veranos calurosos que ponían a tu disposición tardes enteras para leer a la sombra de un cerezo. Escribir algo ligero, con alma risueña y la melancolía adelantada de un mes demasiado corto para tantas bibliotecas por explorar.

Pero no tenemos tiempo para la contemplación. No nos queda jabón para seguir lavándonos las manos. No nos queda cera con la que tapar los oídos ni hay perfume suficiente en el mercado para disimular el olor a desagüe de este país nuestro, de este sistema mil veces reinventado para hacer pasar por justa la injusticia, de esta podredumbre moral que ha dictaminado la condena al miedo y a la incertidumbre sobre el mañana.

No caben torres de cristal. No hay lugar para los neutrales. Tendremos que levantar la cabeza del móvil, de la tablet, tirar el wassap a la papelera y quemar el facebook y el twitter. Si nos quieren oir, si tanto interés tienen y tantos esfuerzos tecnológicos disponen para saber lo que pensamos, si estudian nuestros deseos para vendernos un rato de felicidad en conserva, es hora de gritar mirándoles a los ojos.

Es hora de que sepan que estamos hartos del chantaje de ladrones, de partidos políticos que funcionan como sociedades secretas, de sindicatos mortecinos y noqueados, de banqueros que mienten hasta con el pensamiento, de dirigentes que mascan chicle mientras firman condenas sociales, de ministros que tachan del mapa provincias enteras jugando el monopoly con las reglas escritas por burócratas lejanos, de empresarios que hacen aviones de juguete con el papel prensa que ya ni para envolver pescado sirve.

Todo ha sido ya dicho, pero como nadie escucha, hay que volver a empezar. Crees que eso lo dijo André Gide, pero estás seguro de que lo utilizó Julio Cortázar. El autor al que ahora deberías leer si fueras capaz de aislarte de este hedor que nos ha rodeado y en el que chapoteamos.

Fronterizos. Diario de León (12 julio 2013)

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