EN el apasionado y apasionante relato de su
historia de amor con el teatro titulado Telón de fondo, el crítico
Marcos Ordóñez cuenta una anécdota para definir a los actores intuitivos de la
escena española.
Cuando a Alfredo Landa le ofrecieron el papel de Sancho Panza
en la serie de televisión sobre el Quijote, el popular actor, siempre reacio a
las técnicas y escuelas de interpretación, se dedicó durante meses a aprender
el comportamiento, vida y milagros de los burros, además de preocuparse de
conocer y amistarse con al que iba a montar durante el rodaje.
Probablemente,
dice Ordóñez, cuando le cuentas al protagonista de Los santos inocentes que
Al Pacino se pasó un mes en una comisaría neoyorkina para meterse en su
personaje de policía en Serpico, Landa diría que eso son rarezas de los
americanos: él únicamente planteó esa estrategia con el rucio porque iba a ser
su compañero de rodaje durante semanas y «yo sé trabajar con otro actor pero no
con un burro».
Este método intuitivo ha sido
el más utilizado en el desarrollo que el sector de las artes escénicas
españolas ha tenido en el último cuarto de siglo. La potente red de nuevos
espacios se ha puesto en marcha al margen de modelos de gestión
predeterminados, inexistentes en un país en el que históricamente nunca se
había planteado una inversión pública parecida, intentado acercarnos a
parámetros de nuestro entorno europeo.
En las jornadas celebradas a
finales del pasado año por la Red Española de Teatros, con la participación de
destacados representantes de la gestión teatral de Alemania, Inglaterra y
Holanda quedó claro que, independientemente de las realidades culturales de
cada país, de sus trayectorias históricas y de los rasgos que identifican sus
estructuras de gestión, compartimos con ellos logros, dificultades, inquietudes
y el reto de dar respuesta a muchos aspectos vinculados al futuro en tiempos de
vacas flacas.
En los
premios de la Feria de Huesca, el Teatro Bergidum ha sido nominado en las
categorías de «Acción más efectiva en la creación de Públicos» y en la de
«Mejor Programación de Teatro», codeándose con espacios cuya ubicación,
trayectoria y presupuestos superan las posibilidades del espacio ponferradino.
Pero quiere uno pensar que esta nominación es un reconocimiento a todos esos
espacios escénicos de lo que antes se llamaba con cierto tono despectivo
«provincias», donde hay personas que, con mayor o menor fortuna, se han dejado
la piel en generar hábitos escénicos. Unos, como Alfredo Landa, haciéndose
amigo del burro y otros, como Al Pacino, yéndose a vivir a una comisaría, pero
todos encajando las múltiples y complejas aristas de un oficio cuya misión
fundamental es generar complicidades.
Fronterizos. Diario de León (14-10-11)
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