Como Vladimiro y Estragón. Así estamos todos: esperando a un tal Godot,
que hoy no vendrá, pero mañana seguro que sí
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TODOS estamos esperando. Salimos cada mañana a un cruce de caminos, nos colocamos bajo el árbol sin sombra del otoño y esperamos.
Nos ponemos el traje deshilachado de las citas
importantes, cumplimos fielmente el ritual de los saludos cotidianos, hablamos del
tiempo en el ascensor que nos traslada del sueño a la realidad. Y esperamos.
No
es fácil esperar.
Aparentar una ocupación frente a la pantalla del ordenador
para ir pasando la mañana puede hacerse. Holgazanear con la mirada perdida en
la cola de los abandonados, también.
No tiene incluso mucha dificultad poner cara de atención al discurso del
vendedor de crecepelos, prestar oído a la teleoperadora que ofrece el milagro
de los panes y los peces o simular interés por la trama cansina del culebrón
diario del papel prensa. Pero esperar es otra cosa. Hay que
tener talento para esperar.
Esperar es atender a las señales de los emperadores
del norte, descifrar el sonido de las máquinas que cuentan billetes,
interpretar un cambio en la temperatura sentimental de los oradores.
Hay un hombre que espera ser el
parado seis millones.
Hay un ministro que aguarda el cajón de las estadísticas.
En la mesa de la Consejera de Hacienda esperan una calculadora que solo resta.
La provincia de León espera un milagro: la comisión encargada ha evacuado
informes sobre los santos más procedentes dentro de un justo reparto
territorial. Los santos de la provincia de León esperan el traslado a una
diócesis más propicia.
Las butacas de los teatros esperan
espectadores.
El mendigo de la puerta del supermercado espera la lluvia que
lava las monedas de cinco céntimos.
El comerciante abre la puerta y espera la
hora del cierre contando matrículas acabadas en cero.
Hay un banquero que
espera el cierre de la bolsa de esclavos.
Espera la mujer enamorada una fecha
en el calendario.
Espera un contrato el artista del
sombrero y un billete de avión el muchacho recién licenciado.
El presidente del
gobierno espera una conferencia en alemán y una tarde sin familia el jefe del
estado.
Espera instrucciones el chino del restaurante y una noche sin luna con
viento favorable el joven negro del otro lado de la raya.
Esperando están la
consigna los que rodean el Congreso mientras los que están dentro aprueban el
reglamento de uso de la revolución pendiente.
En Cataluña esperan el informe
forense de las urnas y los fabricantes de banderas están esperando la línea de
los colores de moda para la próxima temporada.
Así estamos todos: esperando a un tal
Godot, que hoy no
vendrá, pero mañana seguro que sí. Y
al final del día, Vladimiro pregunta “¡Qué! ¿Nos vamos?”. Y Estragón responde “Sí, vámonos”. Pero
ninguno se mueve de ese cruce de caminos en el que seguimos esperando.
Fronterizos. Diario de León (26-10-12)
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