martes, 9 de abril de 2013

Esperando en un cruce de caminos


Como Vladimiro y Estragón. Así estamos todos: esperando a un tal Godot,
que hoy no vendrá, pero mañana seguro que sí















TODOS estamos esperando. Salimos cada mañana a un cruce de caminos, nos colocamos bajo el árbol sin sombra del otoño y esperamos. 

Nos ponemos el traje deshilachado de las citas importantes, cumplimos fielmente el ritual de los saludos cotidianos, hablamos del tiempo en el ascensor que nos traslada del sueño a la realidad. Y esperamos.
No es fácil esperar. 

Aparentar una ocupación frente a la pantalla del ordenador para ir pasando la mañana puede hacerse. Holgazanear con la mirada perdida en la cola de los abandonados, también. 

No tiene incluso mucha dificultad  poner cara de atención al discurso del vendedor de crecepelos, prestar oído a la teleoperadora que ofrece el milagro de los panes y los peces o simular interés por la trama cansina del culebrón diario del papel prensa. Pero esperar es otra cosa. Hay que tener talento para esperar. 

Esperar es atender a las señales de los emperadores del norte, descifrar el sonido de las máquinas que cuentan billetes, interpretar un cambio en la temperatura sentimental de los oradores.

Hay un hombre que espera ser el parado seis millones. 

Hay un ministro que aguarda el cajón de las estadísticas. 

En la mesa de la Consejera de Hacienda esperan una calculadora que solo resta. 

La provincia de León espera un milagro: la comisión encargada ha evacuado informes sobre los santos más procedentes dentro de un justo reparto territorial. Los santos de la provincia de León esperan el traslado a una diócesis más propicia.

Las butacas de los teatros esperan espectadores. 

El mendigo de la puerta del supermercado espera la lluvia que lava las monedas de cinco céntimos. 

El comerciante abre la puerta y espera la hora del cierre contando matrículas acabadas en cero. 

Hay un banquero que espera el cierre de la bolsa de esclavos. 

Espera la mujer enamorada una fecha en el calendario.

Espera un contrato el artista del sombrero y un billete de avión el muchacho recién licenciado. 

El presidente del gobierno espera una conferencia en alemán y una tarde sin familia el jefe del estado. 

Espera instrucciones el chino del restaurante y una noche sin luna con viento favorable el joven negro del otro lado de la raya. 

Esperando están la consigna los que rodean el Congreso mientras los que están dentro aprueban el reglamento de uso de la revolución pendiente. 

En Cataluña esperan el informe forense de las urnas y los fabricantes de banderas están esperando la línea de los colores de moda para la próxima temporada.

Así estamos todos: esperando a un tal Godot, que hoy no vendrá, pero mañana seguro que sí. Y al final del día, Vladimiro pregunta “¡Qué! ¿Nos vamos?”. Y Estragón responde “Sí, vámonos”. Pero ninguno se mueve de ese cruce de caminos en el que seguimos esperando.

Fronterizos. Diario de León (26-10-12)

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