viernes, 26 de abril de 2013

Señales evidentes del fin del mundo





DEBE ser por aquello de la educación judeocristiana: la iconografía apocalíptica medieval, con sus angelotes y sus trompetas y sus llamas infernales marcan mucho.

O tal vez sea culpa de la industria hollywoodiense, empeñada en mostrarnos con tanto detalle digital y tanta insistencia argumental cómo va a ser el asunto.

Sea lo que sea, les voy a ser sincero: uno pensaba que el fin del mundo iba a ser de otra manera. No sé: algo más lucido, con sus buenos temblores de tierra, los ríos cubiertos de fuego, plañideras en los cruces de caminos y mucho llanto y mucho crujir de dientes. Cualquier cosa antes que este apocalipsis solapado, embadurnado en vaselina caducada. Señales claras del fin de los tiempos abundan, pero poco tienen que ver con la bibliografía tradicional.


Nadie nos había explicado que el asunto empezaría eligiendo muy democráticamente al gobierno que mejor nos pudiera hundir. O manipulando el lenguaje y llamando “movilidad exterior” a la emigración económica. O desvirtuando conceptos: el discrepante es un nazi, un fascista o un comunista, el método más aconsejable para ignorar lo que es el nazismo, el fascismo o el comunismo.

Nadie nos contó que entraríamos en los bancos con pistola con la única intención de la autodefensa. Que la norma sería hacer lo contrario de lo que se dice, decir lo contrario de lo que se hace. Castigar al que produce. Favorecer al que especula. Defender lo privado con recursos públicos. Entregar lo que es público al sector privado. 

Contra la esperanza, usar la fuerza. Pisar al débil. Apartar al humilde. Ocultar al razonable. Humillar al inferior. Halagar al poderoso. Reverenciar al ladrón. Justificar al mentiroso. Condescender con el superior. 

Hacer demagogia con lo evidente. Pintar lo obvio con tinta invisible. Reglamentar la diferencia. Dogmatizar la ortodoxia.

Convencernos de que cuatrocientos euros al mes es un sueldo digno, de que nadie nos obligó a vivir por encima de nuestras posibilidades, de que donde mejor se gestionan esas posibilidades es en la bolsa de futuros.

Suponer que los artistas viven de la sopa boba. Asignarles, por tanto, la ordenanza para cigarras elaborada por la división de hormigas carnívoras. 

Aplicar el tipo general de IVA al suspiro de los enamorados y a la risa de los adolescentes para compensar el déficit de la tarifa eléctrica. 

Vivir en un país que muestra su rabia ofreciendo un share del 41% para ver a Falete tirándose de un trampolín.

Todo son señales inequívocas de un fin próximo. Ni una mala Bestia tatuada con el número maldito, ni un mísero caballo verde aterrorizando ancianos, ni un solo dragón espumando llamaradas. Después de tantos siglos expectante, la verdad es que esperaba uno otra cosa.

Fronterizos. Diario de León (26-abril-2013)

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