COMO parece que ya nadie entiende nada de lo que está
pasando en el mundo en este principio de milenio, hay que volver a recurrir a
las parábolas para ir a las claves del momento. Estos días me han contado un
par de ellas muy ilustrativas.
En la primera, un esforzado agricultor vende una bala de algodón por cien dólares a un comprador de la zona. Esa bala va cambiando de mano, de minoristas a mayoristas, hasta situarse en el mercado internacional de algodón, aprovechando una buena coyuntura, a un precio diez veces superior al de partida. Con estos datos en la mano, el cultivador del principio vende su segunda bala de algodón por mil dólares y la cadena multiplicadora vuelve a empezar con precios diez veces más altos. Al poco tiempo, la tendencia alcista hace que el algodón alcance precios nunca antes vistos en el mundo y su comercio enriquece a los intermediarios.
En este contexto, un fabricante de ropa compra la carísima bala de algodón y descubre que dentro no tiene más que paja. Cuando va a protestar, el vendedor le reprocha: «¿cómo se le ocurre abrir un producto cuyo único fin es el comercio?».
La otra es la del mono que ve al pez moviendo la cola en el agua y, suponiendo que el gesto indica que se está ahogando, lo saca del río. Durante un rato, el mono contempla cómo el animal da saltos en su mano. El mono se siente satisfecho de su acción ya que entiende que los saltos son una muestra de la alegría del pez por su salvación. Cuando finalmente el pez muere, el mono reflexiona: «lástima no haber llegado a tiempo de salvarle la vida».
Así se resume el asunto: los mismos zorros que han permitido que una bala de algodón se convierta en un puñado de paja de precio disparatado pero ningún valor se reúnen dentro de quince días en Washington para salvar al pez que supuestamente se ahoga en el agua.
Fronterizos. Diario de León (2-noviembre-2008)
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