El personaje que te fascinaba era el pianista, que seguía tocando, imperturbable, mientras a su alrededor volaban botellas, sillas y dientes. Él era un profesional contratado para una misión específica y ni bajo la más adversa de las circunstancias estaba dispuesto a renunciar a su tarea.
Esas escenas, mal guionizadas y chapuceramente coreografiadas, te han venido a la cabeza estos días, siguiendo la polémica que ha rodeado la presentación en Madrid de la nueva línea de programación de las Naves del Matadero, el singular rincón cultural más berlinés de la península. Aunque la descentralización escénica avanza lentamente, lo que pasa en Madrid sigue teniendo amplio eco en todos los rincones del país. Y las decisiones de la "nueva política" son observadas con curiosidad a veces un tanto inquisitorial.
El proyecto de Mateo Feijóo ganó un concurso convocado tras destituir a su antecesor, nombrado también por concurso. Cumpliendo el encargo al que se comprometió en su proyecto, ha presentado un programa – calificado, tal vez un tanto pretenciosamente, de “artes vivas”– en el que tendrán preferencia el arte urbano, la música electrónica y las creaciones interdisciplinares.
El teatro de texto, no necesariamente convencional, aparece relegado en su esquema. Esto ha provocado serias tensiones con buena parte del sector, que ve cerrado un espacio de exhibición que había adquirido en la última década su personalidad, un público fiel y que dispone, además, de superficie de sobra para compatibilizar líneas de actuación muy diferentes.
Esta pelea del “saloon” capitalino ha acabado, de momento, con la concejala de cultura en el banquillo, manifiestos y manifestaciones cruzadas entre partidarios y detractores, la alcaldesa apagando fuegos, los medios poco afectos frotándose las manos y los más afectos un tanto estupefactos.
Los matones de las peleas de "saloon" discutían por nimiedades marcadas en el guión. Ahora el conflicto parte de la ausencia de visión global en el ámbito de la cultura, tan dolorosamente similar en la nueva política como en la vieja. De la carencia de paciencia y capacidad de sumar en las visiones culturales.
Y Mateo Feijóo, como los músicos de aquellas malas películas de remotos domingos, como tantos gestores escénicos de todo el país, sigue tocando disciplinadamente su instrumento, rogando que dejen de disparar al pianista.
Como las vacas al tren (El Día de León, 18 marzo, 2017)
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