Los dos objetos se llaman "concertina"... |
TAN podridos
estamos que hasta las palabras nos engañan. ¿Cómo se puede denominar con un
nombre tan bello como "concertina" a ese instrumento diabólico
diseñado para mutilar a los desesperados que han atravesado el infierno para
intentar entrar en el Paraíso que les han dicho que está en este lado del
mundo?
¿Cómo podemos dormir tranquilos al otro lado de la verja cuando las
cuchillas afiladas a las que llamamos con sonido musical “concertina” cercenan
y amputan la carne del que ya no tiene nada que perder salvo la vida?
¿Cómo podemos chapotear en esa carnicería de la frontera de Melilla? ¿Cómo
mirarnos al espejo cada mañana sin recordar la piel troceada de los inmigrantes?
¿Cómo abrir el diario y mojar un churro en el café ante los muertos de sed
en el desierto de Níger? ¿Cómo escuchar sin vomitar las notas de una
concertina sin relacionarla con su homónima asesina?
La palabra, deducimos, no siempre se corresponde con el contenido. ¿Y las
imágenes? ¿Son tan embusteras como las palabras?
Hemos visto estos días El Bierzo en un capítulo televisivo de “Un país para
comérselo”. Hemos visto imágenes bellísimas de viñedos, y castaños, y bosques,
y huertas. Hemos visto un impecable despliegue de recursos audiovisuales y un
trabajo profesional que aprovechó al máximo la luz del otoño berciano, esa luz
que estremece y pasma como una epifanía pagana que aparece después de la
vendimia.
Hemos visto una cara conocida cumpliendo a la perfección el papel que el
guión le ha escrito. Hemos asistido a una hiperbólica sucesión de exclamaciones
admirativas, a una siembra un tanto desatada de adjetivos, a una exhibición de
gastronomía simple y proteica.
El Jardín del Edén. Un país encantando, pródigo, ubérrimo. Una tierra
generosa, variada y abundante. La televisión, cumpliendo su mandato
promocional, ha presentado el anverso de una comarca, reconocido y recogido
hasta el aburrimiento en las crónicas desde hace siglos.
El reverso no ha salido en la tele. No tocaba que aparecieran en pantalla
las dificultades para encauzar de forma apropiada ese sector primario hasta
colocarlo en la posición de alternativa económica que esta tierra pide a
gritos.
No salieron las cifras del desempleo, escalofriantes, tozudas, empeñadas en
no dar un respiro. No salieron los ERE, las quiebras, los empleados obligados a
trabajar el doble por la mitad.
No vimos la desolación de las calles un jueves al anochecer ni a los que
rebuscan en el contenedor de basura y rebuscan en vano, porque hasta la basura
se ha reducido en estos tiempos crueles en los que protegemos nuestra miseria
con vallas electrificadas coronadas por "concertinas". Un instrumento
de tortura con nombre engañosamente bello.
Fronterizos. Diario de León (8, noviembre, 2013)
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