Ana y Ángel: Teloncillo Teatro |
LA primera
vez que fui al teatro era ya un mozalbete con pelillos en la cara. Fue en la
sala que se montó a finales de los setenta en la antigua iglesia de San
Antonio, por donde la ilusión de Conde Gatón y el apoyo de la autoridad de la
época hicieron desfilar un tiempo a algunos grupos de lo que entonces se llamaba
“teatro independiente”.
No voy a contar la epifanía que para mi supuso el hallazgo de aquel recurso
expresivo, que esconde tanta verdad partiendo de una convención mentirosa. A lo
que voy es que a que la primera vez que fui al teatro ya me afeitaba. Y como
difícilmente se puede amar lo que se desconoce, para los niños de Ciudad del
Puente en aquellos años era complicado apreciar una manifestación artística
como la teatral.
Supongo que lo que ocurría en mi pueblo era general en buena parte del
país. Con contadas excepciones, las programaciones escénicas estables no existían más allá, con suerte, de
puntuales representaciones en temporada festiva.
Hace unos días se celebraron en Valladolid los Encuentros Te Veo,
organizados por la asociación del mismo nombre, que agrupa a las empresas
productoras de artes escénicas para la infancia y la juventud más importantes
del país. Las jornadas habían recalado en la capital después de que los
recortes las expulsaran de Zamora, donde han tenido durante años su sede.
Entre los lamentos por el IVA, las reducciones presupuestarias, la
evaporación de las ayudas y toda la retahíla de las justas quejas del sector,
alguien recordó la situación del teatro hace poco más de tres décadas, cuando
no existía ninguna estructura y apenas infraestructuras. Y aunque es cierto que
al menos en aquel momento existía la ilusión de que quedaba todo por hacer, los
asistentes a las jornadas reconocimos que en los últimos años se han alcanzado
niveles inimaginables tres décadas atrás.
En estas jornadas estaban Ana y Ángel, que estoy seguro han tenido mucho
que ver con su celebración. Ana y Ángel retomaron hace casi veinte años el
proyecto de “Teloncillo”, un nombre clave de la prehistoria del teatro en esta
comunidad. Y especializaron al grupo en la producción de espectáculos para
niños. Y consiguieron en este tiempo galardones, prestigio, giras por medio
mundo y el reconocimiento unánime de toda la profesión.
Y ahora el Ministerio de Cultura les ha concedido el Premio Nacional de Artes Escénicas para la
Infancia y la Juventud, que además está dotado con unos miles de eurillos que
no vendrán mal para aliviar las penurias del momento. Pero, sobre todo, el
premio animará a Ana y Ángel a seguir trabajando para que los niños se acerquen
al disfrute del teatro desde los primeros meses de vida.
Un gozo temprano al que los niños de otros tiempos
llegamos muy tarde.
Fronterizos. Diario de León (15 noviembre 2013)