A LOS QUE SABEN VOLAR recoge colaboraciones de Miguel A. Varela publicadas en distintos medios. Con ellas construimos un débil refugio para que el invierno de nuestro descontento se vuelva verano con el sol de los territorios imaginarios.
domingo, 11 de noviembre de 2018
Después de Mercartes
El presidente Kennedy aconsejaba a sus colaboradores que dejaran constancia por escrito de todo lo que ocurría. Creía que si los suyos no lo explicaban, otros lo harían.
Buena visión. Gran consejo.
Sigo su recomendación. Apuntes después de tres días en Mercartes.
Después de dieciséis citas pactadas y cronometradas de quince minutos cada una, sin contar dos que me dieron calabazas. Muchos proyectos, mayoritariamente interesantes. Decenas de encuentros casuales, improvisados o espontáneos. Provechosos también la mayor parte de ellos. Los físicos deberían investigar de dónde sale esa energía.
Varios cientos de besos y abrazos. El sector tiene tendencia a la corporalidad. Purpurina en el pelo (o lo que queda de él). Unos cuantos kilos de papel y material promocional, desafiando el reto digital. Palomitas. Algún verdejo y un par de chacolís. Un caramelo de menta. Los cafés deliciosos que ofrecía el equipo de la Red Española de Teatros. Y el de Susana Herreras, incombustible (Susana, no el café). Me perdí gildas, queso, jamón y papas. No se puede estar en todo.
Presentaciones, mesas redondas, debates y algunas charlas breves pero intensas en la esquina de los fumadores. La nicotina hace extraños compañeros de tertulia.
Algunas caras nuevas. Muchas caras conocidas. Pocos discursos nuevos. Muchos lamentos repetidos que arrastramos en el saco de nuestra historia.
Gentes que emergen. Gentes que flotan como la piedra pómez. La misma proporción de mediocridad y talento que siempre. Esperar otra cosa sería erróneo.
Mucho joven con todas las ganas del mundo intentado entender lo complejo y buscando hueco. Algunos lo encontrarán, pero otros caerán en esa operación: el hueco no crece. O crece más por la presión que por las condiciones de la estructura.
Mujeres. Muchas mujeres. Inteligentes, empáticas, preparadas, ilusionadas, trabajadoras, incansables, luchadoras. El futuro pasa por ellas.
Los viejos rockeros reinventándose. Había dinosaurios con algunos dientes mellados pero con pulmón suficiente como para seguir respirando el oxígeno de los manifiestos.
Castilla y León. Una comunidad desorientada, apática, irrelevante. La presencia no es cuestión de metros cuadrados de stand. Ayuda más el discurso, el proyecto, la presencia técnica que arrope una política. Pero para eso debe existir política.
Recortes sin revisar, amateurismo ascendente y sobreproducción creciente flotando, amenazante, sobre el panorama ferial.
El circo como sector en alza. Tiene futuro la poética de lo imposible.
Más oferta que demanda. Presión extrema, por tanto, de la enorme oferta sobre la escasa demanda.
Una noche en el LAVA con Matarile. Ana Vallés agitando (o batiendo: eso James Bond sabría) a Steiner con Nietzsche y Los Chichos. Un gabinete de rarezas, pulgas humanas que bailan un Bimbó deconstruido y recuerdan a Pinito del Oro y a Manolita Chen, seres que también vivían en el filo.
Mercartes. Miles de fotos en Instagram. Likes en Facebook. Hashtag en Twitter. Posts compartidos. Postureo y testimonio. Vertidos a la comunidad digital del efímero mundo de lo intangible. La utilidad de lo inútil.
Mercartes. El mercado. Con toda su crueldad. Con todo su poderío.
"Nunca he podido convencerme de que algo me ha sucedido de verdad hasta que lo he puesto por escrito", decía Gerald Brenan. Mercartes sucedió. Al menos para mi, que lo he escrito.
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