Gonzalo Centeno al pie del teatro de Baracaldo
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El caso es que estos días el alcalde de Baracaldo ha despedido -apoyándose por cierto únicamente en el voto de ese pelotón de mamporreros iluminados llamado ANV-, a Gonzalo Centeno, responsable desde hace dos décadas del teatro de ese municipio vizcaíno y uno de los profesionales mejor considerados en un sector más proclive al navajeo traidor que a la sinceridad de los elogios.
Y como consecuencia de esa decisión, que no sé si es legal, pero que es manifiestamente injusta, vuelvo a escribir la misma columna que ya hice en 2004, cuando cesaron a Toñi Arranz en el Juan Bavo de Segovia; la misma que dediqué hace un par de años a Susana Herrera cuando la apartaron de la Red de Teatros de Castilla y León, la que nunca ofrecí a Rubén Sánchez, que dejó las miserias locales para dirigir en Madrid el Festival Escena Contemporánea, la que nunca he escrito pensando en excelentes trabajadores anónimos de esta misma provincia que torean todos los días en el ruedo de compaginar la rigidez administrativa y la displicencia política con la magia de un telón abierto sobre un escenario habitado por fantasmas.
Bertolt Brech, ególatra desmesurado pero espléndido poeta, ya nos enseñó que hay quienes para ganarse el pan, cada mañana van al mercado donde se compran mentiras y llenos de esperanza se ponen a la cola de los vendedores. Los vendedores de mentiras han conseguido otro éxito retirando a Gonzalo de la gestión pública y uno vuelve a sentirse como aquel título de novela negra: triste, solitario y final.
Fronterizos. Diario de León, 29/11/2009
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