Foto Ramiro (Diario de León) |
Uno de los libros más bendecidos por crítica y público en 2016 ha sido “La España vacía”, subtitulado “Viaje por un país que nunca fue”. El autor es Sergio del Molino, un periodista que no llega a la cuarentena y que había publicado un puñado de novelas bien acogidas que no conozco.
Del Molino escribe sobre la España deshabitada, sobre un amplio espacio que ocupa más de la mitad del territorio nacional pero que apenas acoge al 16% de la población total del país, un porcentaje que cae por debajo del 10% si se elimina de ese mapa a las capitales de provincia, islas urbanas que han ido fagocitando la circundante población rural desde hace medio siglo.
Bajo la apariencia de ensayo, el libro es un estremecedor recorrido sobre las relaciones entre dos zonas de un país que no se miran. O que no se entienden. Dos mundos contrapuestos atrapados en la misma cartografía.
La España vacía: ese mar de tierra como metáfora de un espacio que los del 98 descubrieron andando, covencidos como estaban de que el patriotismo se hacía con los pies.
La España vacía: el lugar por el que Giner de los Ríos suspiraba mientras esperaba el día en el que el país estuviera a la altura de su paisaje.
La España vacía: un territorio al que no le queda más que pasado.
El libro de Sergio del Molino habla de lugares como como esta provincia nuestra, que llegó a rozar los 600.000 habitantes antes del “Gran Trauma” que supuso el éxodo rural iniciado a mediados del siglo pasado y que ha perdido más de cien mil vecinos en los últimos cincuenta años.
Habla del Bierzo, una zona que ha borrado de sus estadísticas desde el inicio de la crisis a más de nueve mil habitantes, cuyos índices de natalidad caen irremediablemente mientras los de mortalidad no paran de incrementarse, cuya pirámide de población se estrecha por la base y se amplía en los tramos de mayor edad y donde ni siquiera en el entorno más competitivo de la A6 son capaces las poblaciones más dinámicas de mantener el censo en positivo.
Ponferrada abre el año con 350 vecinos menos. En el último trienio, ha perdido 2.000 habitantes. Lo más probable es que 2017 se cierre por debajo de la barrera sicológica de los 66.000 habitantes.
La demografía se ha usado esta semana como arma arrojadiza contra el gobierno municipal en ayuntamientos como Bembibre: juegos florales para robar un titular. El problema es mucho más complejo y supera las pobres y agotadas fronteras de la política local. Es un problema del país que nunca fue. De la España vacía.
COMO LAS VACAS AL TREN. El Día de León (8, enero, 2017)